Soy tu enfermedad, mírame!

Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a S. sentada trabajando en una oficina. Alguien o algo empezó a estirar su pelo. Primero poco a poco. Ella reaccionó como si fuera una mosca y sin mirar que era siguió trabajando. Vi a un tipo de duendecito feo que estaba a su lado y seguía estirándola cada vez más fuerte. Ella lo ignoraba todo el tiempo. Me pareció que el duendecito feo empezó a enfadarse porque creció un poco y se hizo todavía más feo. La estiró de verdad fuerte y le dijo: “ Soy tu enfermedad, mírame”. Ella lo oyó pero lo que había dicho el duendecitoo la hizo cerrarse todavía más, y aunque le dolía seguí trabajando como si no pasara nada, aguantando estos estiramientos casi llorando. En ese momento el duendecito no aguantó más. Dio una patada muy fuerte a la silla de S. Ella cayó al suelo. El duendecito se convirtió en un monstruo muy grande que empezó a gritar. S. en cambio se hizo muy pequeña, toda la oficina desapareció en un negro torbellino. En ese momento apareció la energía de la Rodonita. Como un mediador, calmó primero al duendecito, que volvió a ser pequeño, y llevó todos fuera. Los tres encontraron un prado tranquilo y verde donde se sentaron como en una terapia de pareja donde la Rodonita era el terapeuta. Le preguntó al duendecito si era posible que se fuera. Él dijo que no, que formaba parte de S. y no podía y no quería irse. Le preguntó si era posible que S. le controlara y el respondió que sí, solo tenia que verle. Rodonita le miró a los ojos a S. y le dijo:” Te ayudo a vivir con él. Lo puedes integrar como parte tuya, verle, aceptar y así no se hará más grande. Te ayudo en ese proceso. Pero tienes que aceptar que él es tú y que tú eres él.” La primera sensación de S. fue que no lo iba a aceptar nunca, que lucharía. Pero se dio cuenta que luchar no es lo mismo que no aceptar, de no ver a ese duendecito que ahora no parecía tan asqueroso. Dentro de ella empezó a crecer un llanto. Las lagrimas poco a poco empezaron a salir y se dio permiso a si misma a llorar a rendirse porque a través de la rendición podría de verdad aceptar que le pasaba y al mismo tiempo enfocar su energía en la vida y la alegría.
En ese momento sentí la energía de Fluorita que llenaba a S. Ella misma se convirtió en esa preciosa piedra, en esa energía de agua, de fluir, de aceptar y adaptase. Era muy intensa la influencia de la Fluorita. Le dijo a S. : “Siempre cuando me necesites, solo al sujetarme, te llenaré de esa paz infinita que sale dese la aceptación de los ciclos. No puedes retener el alguna que fluye. No puedes retener el tiempo. Acéptalo conmigo.”

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