Después de pedir permiso para abrir canal de comunicación vi a N. como si fuera un pollito dentro de un huevo. Ya había empezado el gran esfuerzo de salir afuera. Estaba muy apretada, en penumbra pero sentía dentro la fuerza y el impulso de salir. Poco a poco picando la cáscara y estirando las alas consiguió hacer el primer pequeño agujero por el cual entró la luz. Ese rayo le dio todavía más fuerza y continuó con el trabajo. Era precioso observarlo y acompañar a N. en ese proceso. Cuando por fin se liberó de tu antigua casa, que quizás al principio era su refugio pero en ese momento solo le apretaba, se dio cuenta que estaba en un nido. Arriba, arriba entre las nubes, en alta montaña. A su lado estaba tu padre o madre, no sé decírtelo. Era una gran águila. Preciosa, majestuosa. La miraba con mucho amor y orgullo. N. era muy diferente de ella. Nació con las plumas blancas. Y crecía con cada minuto. Y cuando abrió con la ligereza y destreza sus preciosas alas blancas y empezó el vuelo. En forma de la preciosa águila blanca llagó a su propio corazón . Se vía a si misma en forma de persona y dentro de su corazón, esa preciosa águila. La Concha le dijo: “ Te sorprende que te ayudo a conectar con tu águila aunque provengo del mar. Nadar es como volar. También tienes que conocer muy bien los corrientes y ser muy habilidosa. También tienes que aprender los ciclos de mareas como los cambios de las estaciones. Soy blanca para que recuerdes el plumaje blanco que llevas.” La Crisocola le dijo: “Y yo te aporto la fuerza. Para que puedas saltar y abrir las alas. La hora ya llegado. Vuela.”