Lobos Granate

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a Z. andando entre los árboles milenarios. Tanto ella como el bosque eran muy mágicos. Z. llevaba el vestido largo de color verde botella. Los árboles eran robustos, con musgo en algunas partes, había grandes helechos alrededor del camino. A los dos lados de la mujer seguían dos enormes lobos. Era la energía de los Granates que cobró esa forma. Su pelaje tenía el color del mineral, intenso y brillante. Cuando Z. extendía las manos podía tocar sus cabezas y entonces sentía cosquilleo en los pies.  Iba callada, conectada con todo lo que la rodeaba. Se sentó debajo de un majestuoso Roble. Sus perros se acomodaron a su lado poniendo sus grandes hocicos en su regazo.  Oyó en su interior la voz unificada de sus Granates: “Debes sentir la Tierra dentro de ti. Debes sentir la Magia.”  Z. miró sus manos. Sintió como se llenaban de la energía. En ese momento su mente se disparó. Preguntó asustada: “Pero bueno, es la magia buena, ¿verdad? ¿La Magia Blanca?” Sus minerales respondieron: “La Magia es la Magia. Ese es tu problema. Tienes miedo de la Totalidad. Para sentirte segura buscas etiquetas, definiciones que recorten lo Infinito. Tú, no eres ni buena ni mala. Eres Z. Simplemente ERES. De la misma forma debes percibir la Magia. No es ni buena ni mala. Simplemente ES. Puedes conseguir esa percepción gracias a la conexión con la Tierra. ¡Aquieta tu mente! No hay peligro ninguno. Tú eres la Magia y la Magia se expresa en ti.” Me pareció ver a Z. andando por la calle llena de gente. Era como dos en uno, ella en su vida cotidiana y al mismo tiempo era la mujer del bosque con sus fieles perros guardianes.

De repente le crecieron enormes alas. Su atención volvió al bosque. Otra vez estaba entre los árboles con sus perros granate y enormes alas de la energía del Súper Siete. Oyó, como la vez anterior, la voz en su interior. “Puedes vivir diferente. Puedes vivir plenamente. Y lo puedes hacer ahora mismo.” La mujer estaba de vuelta entre la gente. Sus alas de la energía mineral se movían delante de ella  como si estuvieran barriendo las apariencias. La energía del Súper Siete quitaba lo superficial de la gente y Z. se daba cuenta cómo las personas estaban relacionadas una con otra, veía las verdaderas razones de sus acciones. Las alas se movían mostrando la esencia real de cada uno. Z. sintió mucha compasión. Veía como los seres humanos a veces se enredaban a causa de su propia inconsciencia, miedos, preocupaciones, pensamientos limitantes, como a veces las cosas se torcían  y oscurecían  aunque detrás del todo veía siempre mucha luz. 

Z. iba segura, calmada y conectada con ella misma. Sentía a las personas pero no intentaba encasillarlas en definiciones, como bueno, malo, consciente, inconsciente. Veía que todo tenía su sentido, su razón.

Los Súper Siete continuaron: “Todo es mucho más fácil de lo que parece. Calma tu mente a través de la conexión con la Tierra. Imagina tus perros guardianes  de Granate. Siempre estarán a tu lado, tacando tus piernas. Con las alas de nuestra energía borra las apariencias  para ver el plan divino de cada ser. Así  te convertirás en la Magia que eres.  Así de simple. Eres Z.. Eres la Magia. Eres la vida.”

La Muerte

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Después de pedir permiso abrir el canal de comunicación vi a J. como a un hombre muy mayor. Estaba andando apoyándose en el bastón, su pelo era completamente blanco, y el cuerpo estaba un poquito curvado como si el pesara el tiempo vivido. Se acercó hacia un gran roble. Se sentó debajo de sus majestuosas ramas. El árbol era tan grande que J. no veía el cielo solo el verdoso follaje que bailaba con el suave viento haciendo juegos de luces y sombras con los  amarillos rayos del sol. Cerró los ojos y sintió la suave caricia del viento. Oyó el susurro del aire. Cuando abrió los ojos se dio cuenta que estaba rodeado por un torbellino de hojas. Tanto el árbol como las hojas sostenían la energía de Amonita. Las hojas creaban una espiral evocando la energía del caracol fosilizado. Cada una de ellas llevaba una imagen como si fueran las fotos del álbum. J. las veía como si toda su vida le estuviera pasando delante de sus ojos. Sintiendo la energía del mineral preguntó: “¿Este es el final?” Oyó la voz de su piedra: “¿En qué contexto? Es una pregunta que no esperaba de ti.” J. resopló diciendo: “Bueno, soy un ser humano. La muerte es algo que nos suele importar.” Amonita preguntó: “¿Tienes miedo de la muerte?” El hombre respondió como si no quisiera darle mucha importancia: “Es algo que tendré que afrontar tarde o temprano. Lo tengo asumido. Da un poco igual si le tengo miedo. Eso no cambia nada.” El minera continuó: “Yo creo que sí. La cuestión no es qué sino cómo. Para ti debería ser fácil entender la Muerte. Es el momento cuando finalizas un proyecto. Llega su final y a veces puedes estar preocupado porque nunca sabes si habrá nuevo pedido si te van a llamar. Pero en este juego el pedido haces tú mismo, te llamas a ti mismo para comenzar de nuevo. Pues, puedes empezar tantas veces que a ti te apetezca y crear escenarios que te gusten. Tú decides. No existen las limitaciones.” J. miraba las hojas que de forma muy mágica se mantenían en el aire dando lentamente las vueltas.

Sintió la energía del Jade que se manifestó como una esfera verdosa bastante grande que apareció en sus manos. Tenía el color del Jade pero estaba más traslúcida. Oyó la dulce voz de su mineral: “Esa es la Eternidad. La represento para que lleves contigo el recordatorio que eres el ser eterno. Tu esencia real existía, existe y va a existir. Siempre.” A J. le costaba sentirlo. La idea entendía perfectamente como una de las teorías filosóficas. Pero era algo que nutría su mente pero no alimentaba el corazón. Eso que una piedrecita le decía que era la portadora de la Eternidad le parecía bonito pero al mismo tiempo era solo un concepto. Miró otra vez la esfera muy intensamente y divisó la luz dentro. La luz que le cautivaba, le llamaba como una promesa. Su corazón se abría ensanchándose, abrazando esa luz. J. sentó mucha ilusión como si fuera un niño el día de Reyes Mago. Y realmente su cuerpo estaba cambiando. Recorría los pasos hacia la infancia. Las hojas que le rodeaban empezaron a moverse más rápidamente. En un momento dado tuvo el impulso de llevar la esfera hacia el corazón y con ese humilde gesto se hizo uno con ella. Acto seguido sintió la Eternidad más allá de su cuerpo y al mismo tiempo dentro de su cuerpo. Cogió el aire y abrió sus abrazos. Su cuerpo se convirtió en hojas que se unieron al torbellino verdoso. 

Dieron unas vueltas más y poco a poco muy lentamente cayeron al suelo.

El viejo pedrusco

Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a À. corriendo. Me sorprendió porque tenía puesta ropa súper pija de colores claritos. Corría como una profesional entre los campos polvorientos. Al lado del camino vi una casa antigua de madera. Entré en el jardín y À. siguió su camino. La casa y el jardín eran preciosos. El jardín estaba lleno de flores y plantas. La casa parecía muy acogedora. Reinaba paz y tranquilidad. Los arboles daban sombra muy agradable. En el porche estaba una mesa y un hombre ponía los platos como si esperaba a los invitados. Me acerqué y me di cuenta de que era la energía del Ojo de Tigre. Me senté observando cómo cuidaba los detalles. El jarrón con flores, pastel, servilletas de tela delicada, cubiertos de plata. De repente entró À. muy cansada después de correr mucho, sudada y sucia. Dijo: “Tengo sed,¿Hay agua? Pero rápido, porque quiero correr más.” La energía del Ojo de Tigre le acercó un vaso de agua. Miré bien la ropa que llevaba À. Era de dos colores, turquesa y rosa. À. se levantó y sin decir gracias salió para continuar su carrera. El hombre Ojo de Tigre se sentó triste y abatido. Me preguntó: ¿Te has dado cuenta que colores lleva?. Son colores de su alma. Colores de la inocencia y del amor. Pero no los sabe aprovechar. Siempre está corriendo. No puedo hacer nada. Si cierro la puerta para que no pueda salir se sentirá atrapada y en lugar de disfrutar del todo lo que tengo para ella pensará solo en cómo escapar. Y yo no puedo y no quiero correr con ella. Soy demasiado viejo. A demás no me gusta correr.” Hizo la cara enfadada como un niño que no quiere comes espinacas. Susurré: “Ey, eres un precioso mineral. Encontrarás la manera para que se enamoré de ti otra vez.” Me miró con los ojos llenos de lágrimas y la esperanza. Dijo: “Tienes razón. Me he hecho un viejo pedrusco. Pero soy mágico y puedo ser quien quiera.” Poco a poco se convirtió en un precioso y majestuoso roble. Con miles de ramas, pequeñas y grandes, robustas y delicadas. El susurro de sus hojas parecía contar historias y cuentos de hadas. Otra vez entró À. Se sentó y cogió el vaso de agua. Parecía todavía más cansada. El polvo casi había tapado los luminosos colores de su ropa. Su aliento era entrecortado. Miraba sus piernas sin levantar la cabeza y no veía el precioso roble. Por el arte de magia, como en cámara lenta, empezó a caer una hoja. Rozó la frente de À. En ese mismo momento ella se convirtió en una niña. Como si alguien le quitara una maldición, como si despertara de un largo sueño. Abrió los ojos y miró al árbol. Abrió la boca de lo maravillada que estaba. Su corazón latió a cien reconociendo a un viejo amigo. Se acercó corriendo al tronco y lo abrazó sintiéndolo con todo su cuerpecito. Tenía ganas de llorar aunque no sabía bien por qué. Levantó la cabeza y vio el universo entero de las ramas para investigar. Empezó a subir el árbol riéndose a carcajadas como si alguien acabara de contarle un chiste. Su árbol no se movía. No corría. No conquistaba el mundo. Estaba inmóvil pero al mismo tiempo la sostenía y daba infinidad de ramas para trepar, hojas para contemplar, insectos para investiga. Volvieron los colores de À. Llevaba las cintas de color rosa y el vestido turquesa. Los miré a los dos una vez más. Un precioso árbol Ojo de Tigre y una niña de color rosa turquesa.Los dejé solos en la intimidad de un reencuentro.

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El mar rosa

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi una imagen bien curiosa. Era el cuerpo de Á. lleno de la energía liquida del Cuarzo Rosa. Estaba como una bolsa de plástico, sin forma ninguna, como si no tuviera los huesos. Pregunté al mineral qué estaba pasando. Respondió que nada, que Á. pedía que la rellenara del amor y él lo estaba haciendo. Lo que pasaba era que Á. no incluía el amor propio que le habría dado la solidez. Su Cuarzo Rosa la conocía muy bien y aceptaba todos los deseos profundos de su ser sin juzgar, ni insistir. Pensé que algo no iba bien por eso pedí asistencia de los ángeles. Apareció uno con preciosas alas rosas. Miró toda la escena. Sacó un cuaderno y un lápiz y preguntó con voz firme: “¿Á? y añadió sus apellidos. Su voz era dulce pero el tono era contundente como si se tratara de algún interrogatorio. Por eso de manera mágica Á. recobró la forma. Se puso de pie intentando mantener la compostura. Parecía asustada. El ángel siguió: “¿Dónde ha perdido usted el amor propio?” Á. no sabía que responder. No entendía bien lo que pasaba. Preguntó si había hecho algo mal. El ángel la miró. Se acercó a ella. La abrazó con sus grandes alas rosadas creando un espacio sagrado y susurró a su oído: “El amor nunca es malo pero tiene que salir desde dentro. Dentro de ti escondes zonas que han sido heridas y todavía no han cicatrizado. Pero no las quieres ver. No eres ni primera ni la última. Las personas suelen tapar el dolor. Algunos lo hacen con las adicciones, otros con la rabia y violencia. Y tú lo haces con el amor desbordado. El amor es tu herramienta de supervivencia.” La imagen cambió. Vi a Á. en un barco de remos en el mar embravecido. El mar era de color rosa. Las gigantescas olas del color del Cuarzo Rosa casi no le permitían avanzar. El cielo y la barca también eran de color rosa. Aunque grandes olas no paraban de golpear su barca Á. consiguió llegar a una isla. Obviamente también era de color rosa. Entre las palmeras rosas en la arena rosa estaba un baúl. La mujer oyó la voz del ángel: “Allí dentro escondes a toda costa todo lo que te dolió. Todo lo que no puedes o no sabes amar dentro de ti. Te proteges con las oleadas de amor pero como salen de esta isla que esconde tu dolor, se desbordan y finalmente te quitan tus contornos. Inundan en lugar de nutrir y dar vida. ¡Conecta con tu Cuarzo Rosa y pídele que te ayude a sanarte por dentro y perdonarte a ti misma!” Á. observó el baúl. Puso las manos encima de él. Sintió como el mar se aquietaba y el viento cesaba. Percibió como sus manos se llenaron con la energía del Cuarzo Rosa. Oyó la voz de su mineral en su interior: “Soy la energía cristalina que fluye sin detenerse pero al mismo tiempo sé cristalizar y dar forma a todo que relleno. Estás llena de amor pero aun no conoces su verdadero potencial. Puedes abrir el baúl y sacar cualquier recuerdo doloroso tuyo. ¡Imagínalo entre tus manos. Envía mi energía hacia ese recuerdo y yo lo convertiré en precioso cristal rosa! Es más fácil de lo que parece. ¡Solo envía conscientemente mi energía! ¡Mantén la intención de querer reconocer y soltar lo que te ha hecho daño!. Yo haré el resto.” Á. levantó la vista y contempló el rosado paisaje de la isla. Sentía que no era el momento de abrir al baúl pero tenía muchas ganas de descansar y de disfrutar del calma de su mar rosa. Se estiró en la playa escuchando el susurro de las olas. En se acto tan simple de abrirse a sus necesidades descubrió el amor propio. Sonrió. Cerró los ojos y simplemente se echó una siesta.

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La Tierra

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a C. vestida como campesina del siglo pasado. Llevaba falda larga y en la espalda envuelto en un pañuelo estaba el niño.  Ella tenía una herramienta en la mano con la que intentaba labrar el campo. Pero parecía imposible. Sus esfuerzos no daban ningún resultado. Estaba agotada pero sin cesas daba golpes con su simple herramienta intentado cavar un agujero para poder plantar. Sentí la presencia de un aspecto más elevado de C. que lo observaba. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Dijo: “Hago todo lo que puedo pero mi tierra sigue siendo vacía.” Se activó la energía de la Cornalina y preguntó dónde estaba su tierra. C. se sorprendió. Se veía perfectamente el campo. Pues, parecía lógico donde estaba su tierra. El mineral hizo otra pregunta de quién era esa tierra. C. quería responder que era suya pero sus labios sin vacilar dijeron: “De mi familia.” La Cornalina abrazó a C. y le explicó: “El problema es que intentas trabajar la tierra que no es tuya. Es imposible. No te corresponde hacerlo. Por eso no ves los resultados. Es como frustrarte intentando abrir la puesta de los vecinos con la llave de tu casa. No es que la llave no funcione. Es que no es tu puerta. Y esa no es tu tierra.” La energía  de la piedra envolvió a C. cerrando sus ojos y concentrando su fuerza en su barriga. Desapareció el vestuario anticuado y el niño. La Cornalina susurró: “Ahora, ¡imagina tu tierra!” C. abrió los ojos. Estaba en el precioso jardín lleno de plantas y flores de varios colores. Se oía el suave susurro de alguna fuente. Había pájaros y varios insectos que parecían ser hadas. El mineral dijo: “Esta es tu verdadera tierra. Tu tierra, eres tú.” C. tenía ganas de llorar. Su jardín era precioso y mágico. 

Apareció la energía de Súper Siete. Se mezcló con la energía de C. que se convirtió en un felino de color violera. Un poco se parecía a un lince pero era más grande y esbelto. El Súper Siete le explicó: ¿Ves que preciosa es tu tierra? Es el jardín lleno de magia. No necesitarás esforzarte más si lo encuentras entro de ti. Yo te doy la calma y paz para que puedas descansar. Lo mereces. ¡Permítetelo!” C. convertida en el felino violeta buscó un lugar en la sombra del precioso arbusto lleno de flores blancas. Buscó la postura cómoda y se durmió sintiéndose segura y contenida por la magia de su propio jardín.

Cuando se despertó hizo unos estiramientos tal como lo hacen los gatos sintiendo que ágil se había vuelto su cuerpo. Se acercó la energía del Ágata Negra. En la mano sostenía una llave. Dijo: “Ahora reconoces dónde está tu tierra, cómo es y qué te aporta. Observa tus límites.” C. gato se dio cuenta de que había una valla que rodeaba su jardín. Era muy bonita, hecha del metal forjado de varias formas ornamentales. También había muchas rosas que aunque tenían flores preciosas también llevaban muchas espinas para no dejar entrar a nadie. Había solo una puerta. C. tenía la única lleve que la abría. El mineral continuó: “No deberías dejar entrar a todos a tu precioso jardín. Hay personas que no lo van a respetar tal como merece. Es tu jardín y yo no puedo obligarte a que lo honres poniendo limites. Pero te puedo ayudar a entenderlo. ¡Siénteme cuando necesites sentirte segura en tu jardín! Imagina preciosas rosas con espinas afiladas y a mí en la puerta. Si lo deseas protegeré la entrada.” 

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Corazón del Dragón

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La primera imagen que vi después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación me impactó. Vi a S. rodeada por las personas cuyas caras no distinguía que la golpeaban con fuerza.  Dejaron su cara deformada, sangrienta e hinchada. Sentí la energía de su Cuarzo Rosa. La miré preguntando por qué no actuaba, por qué permitía que esa gente le hiciera tonto daño a S. El Cuarzo solo dijo: “¡Obsérvalo bien!” Miré otra vez el espantoso escenario donde S. ya estaba de rodillas sin poder aguantarse de pie. Las personas desaparecieron. La mujer cogió el aire y se estremeció. Luego se levantó. Movió un poco su cuerpo como si quisiera recuperarse y dijo simplemente: “¡Más!” Aparecieron nuevas personas que empezaron a darle puñetazos. Miré desconcertada al mineral. Dijo: “Es que S. cree que así debería ser. Que debe dar totalmente todo de sí misma a los otros. No le importa que le hagan daño y que no respete sus límites. Se recupera y otra vez invita a las energías a que la invaden y la dejen casi sin aliento. Cree que eso exactamente es lo que debe hacer. De alguna manera incluso está contenta. ¿Sabes porque no le ayudo a abrir su corazón? Porque permitiría saquearlo. Abriría las puertas para todos casi invitándoles a robar sus tesoros más valiosos. Por eso no le muestro que verdaderamente le puedo aportar. Así la protejo.” Estaba claro que S. y su mineral necesitaban ayuda para poder establecer un vínculo real. En ese momento sentí el susurro de las alas. Delante de S. y el grupo de personas que la pegaban aterrizó el enorme Dragón Blanco. Gritó con la voz firme: “¡Basta!” Las personas desaparecieron. El Dragón abrazó con sus alas a S. y la acercó a su precioso y majestuoso cuerpo. La  mujer oyó el latido del corazón del Dragón. De repente se derrumbó como si permitirse la ternura y la caricia la hubiera dolido más que los golpes de la gente. Sintió mucha tristeza. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Susurró: “¡Déjame! Tengo deuda por saldar.” Me pareció que era una cuestión kármica que llevaba ya varias encarnaciones intentando sanar. La voz del Dragó Blanco resonó en el interior de S.: “Te equivocas. Ya la has saldado muchas veces. Ahora creas otra deuda. La deuda que tienes a tu propia alma por no respetarte.” Se acercó la energía del Cuarzo Rosa. El Dragón la abrazó tal como lo había hacho con S. Lo que pasó luego fue muy mágico. La energía del mineral unió el corazón del Dragón con el de Sandra. Se hizo un símbolo del infinito que vibraba expandiendo el color rosado de la piedra. El mineral explicó a la mujer: “Siente el latido del corazón del Dragón en tu pecho! ¡Hónrate y respétate!”  La tristeza de S. se desvanecía poco a poco con cada pulsación que sentía. Percibía el latido del Dragón y al mismo tiempo sentía en su mano su Cuarzo que la apoyaba y sostenía.  Sabía que era el momento de empezar de nuevo. Delante de ella se abría un camino. Solo tenía que rendirse y reconocer que tenía el corazón del Dragón.

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Confianza

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Después de pedir el permiso para abrir el canal de comunicación vi a B. en la calle de una ciudad que parecía abandonada. Era de noche. Todas las ventanas parecían agujeros negros. B. tenía una pierna herida. La arrastraba intentando escapar aunque no se veía nada ni nadie que la persiguiera. De repente se activó la energía de la Amatista convirtiéndose en una muleta. B. se asustó y en lugar de utilizarla para apoyarse la tiró muy lejos. En el mismo momento apareció un hombre. Realmente era la energía de la Cornalina. Intentó sujetar a la mujer pero ella le empujó medio asustada medio enfadada. Por si fuera poco delante de ella apareció una silla de ruedas que representaba la energía del Cuarzo Verde. B. pensó que realmente el Universo se estaba riendo de ella. Se sintió ofendida. Ella misma sabía cuidarse perfectamente. No necesitaba que la llevaran en una silla de ruedas. Eso ya era demasiado. Casi grito: “¡Basta! ¿Qué está pasando aquí?” Todos los minerales cobraron las formas humanas. La Amatista susurró: “Solo queremos ayudar.” B. respondió con firmeza: “No necesito ayuda.” La Cornalina murmuró: “Ya lo vemos.” El Cuarzo Verde añadió: “Bueno. Pues, ¿quizás nos acompañes al parque? Solo para charlar un momento.” B. asentó con la cabeza y fueron al parque cercano. Se sentaron en un banco.

Primera empezó a hablar la mujer que encarnaba la energía de la Amatista: “Hay mucha guerra dentro de ti. Sueles esperar lo peor. Y lo peor suele venir.   Por eso intentas protegerte y huir a toda costa. No te pido que veas el mundo de color rosa porque no lo es. Pero tampoco es tan negro. Mi ayuda consiste en enseñarte como no esperar nada y dejar las expectativas.  Te ayudo a entrar en el Silencio.” La energía del mineral se colocó en el corazón de B. La mujer se dio cuenta  que siente una agradable sensación de calma y paz. Cogió el aire y se relajó.

La energía de la Cornalina la envolvió con su cálida energía. B. susurró: “Y ahora tú me vienes para que confiara en la gente. Ya te aviso, ¡no te pases! Conozco a las personas. Sé que puedo esperar de ellas.” La energía de la Cornalina se colocó en la barriga de la mujer.  Luego oyó su voz en su interior: “No te pido tanto. Lo que quiero despertar dentro de ti es la Esperanza. Abrir una brecha para que por lo menos puedas ver la luz en la oscuridad.” B. se dio cuento de que la noche se terminaba. Empezaron a cantar los pájaros y los primeros rayos del Sol habían iluminado las hojas de los árboles del parque. Sintió su calor en la cara y en todo su cuerpo. Sintió la Esperanza.

El Cuarzo Verde susurró: “Te puede parecer mentira pero nunca estás sola. No hace falta que lidies con todo en solitario. Pide ayuda al Universo. Yo te aporto la Confianza que todo irá bien.” B. por un lado tenía ganas de decir a todas esas locas energía que estaban equivocadas en todo pero se sentía tan bien que no dijo nada. Sentía el Silencio en su corazón, la Esperanza en su vientre y la Confianza que llenaba todo su ser. Miró su pierna. Ya no estaba herida. La ciudad que antes parecía abandonada poco a poco se llenaba del movimiento de la gente que se estaba despertando. B. respiró el aire fresco de la mañana. Se levantó y con paso lento y firme se fue a la ciudad para conocerla de verdad.

El Minotauro

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a E. muy estresada intentando trenzar unos hilos de colores que se amontonaban en la mesa. Estaban muy enredados y parecía imposible seguirlos por separado. E. se sentía como Ariadna enamorada de Teseo. Como si realmente de ella dependiera la vida  de los jóvenes atenienses y su amado. Necesitaba trenzar el hilo para salvarlos. Pero todo estaba muy liado y enmarañado. Estaba a punto de llorar. Levantó la vista. Delante de ella había una mujer sentada. Era la energía de su Amatista. Se parecía un poco a la profesora McGonagall de los libros de Harry Potter. Clavó la mirada muy severa a E. La miraba casi con desprecio. E. se puso todavía más nerviosa. De repente su Amatista golpeó fuertemente con la mano la mesa y gritó: “BASTA.” El manojo de hijos cayó al suelo enredándose aún más. E. miraba ese desastre con ojos llenos de lágrimas. No entendía porque su mineral la trataba de esa manera en lugar de ayudarla arreglar los hilos y quizás también tejerlos. Mirando todo el desorden pensó que no debía obedecer a esa energía. Tenía suficiente poder y fuerza para decidir por ella misma que quería hacer. Levantó la mirada preparada a un enfrentamiento. Vio la cara muy cambiada de su Amatista. Sonreía contenta. E. estaba muy desconcertada. Justo cuando se había empoderado desapareció el contrincante. Su mineral se excusó: “Lo siento. Es que a veces parece que la vida tiene que apretarte para que te empoderes. ¡Perdóname! Ahora tengo un mensaje para ti. Pues, lo siento mucho pero – nada depende de ti.” E. miraba la gran sonrisa de la mujer que encarnaba la energía de su Amatista. Meneó la cabeza diciendo: “Te equivocas. Todo depende de mí.” Su piedra siguió sonriendo. Se inclinó un poco y susurró: “Bueno, depende como lo mires. Pero te juro que no puedes salvar a nadie. Gastas un montón de energía, pensando en los que te rodean y completamente te olvidas de ti misma. Mira, prueba ahora en lugar de hacer el hilo que salve a Teseo y los jóvenes atenienses, simplemente hilar la lana y luego tejer un jersey. ¡Pruébalo!” E. recogió los hijos del suelo y se sorprendió porque ya estaban bien ordenados. Todos  tenían el mismo color. Eran rojos. Sin saber cómo, en menos de lo que canta un gallo, terminó precioso y caliente jersey. Miró a su profesora que propuso: “¿Qué te parece si ahora buscamos a tu Minotauro.?” Fueron juntas a un laberinto. Era el laberinto de la Diosa. E. entró un poco indecisa. Después de unos minutos vio al Minotauro sentado en el suelo. Apoyaba la espalaba en la pared. Parecía abatido. No miraba a E. en el momento de hacerle le pregunta que la sorprendió: “¿Has venido a matarme?” E. no sabía que pensar. Se sentía como si todo lo que le habían contado, lo que había aprendido no fuera la verdad. El monstruo no parcia ni monstruo ni peligroso. Se acercó a él y se sentó a su lado. El tiempo pasaba. Finalmente E. dijo: “Te he traído el jersey.” El Minotauro la miró desconcertado pero aceptó el regalo. Se puso el jersey. La imagen era divertida. Un enorme hombre con la cabeza el torro en jersey rojo con los ojos que saltaban chispas de alegría. E. oyó en su interior el mensaje de su mineral: “No puedes salvar a nadie porque la salvación de otros no depende de ti. Sin embargo puedes salvar lo que resguarda el laberinto de la Diosa. El único tesoro. Puedes salvarte a ti. Tu parte salvaje, tu fuerza. Solo tienes que mirar hacia dentro. Ponerte a ti misma en primer lugar por encima de tus propias exigencias. ¡Adéntrate en el laberinto donde te espera lo desconocido! ¡Abrígalo y abraza! Así conseguirás desenredar tu vida. No luches conmigo. No es mi intención. Entiende mi función en tu vida. Soy tu maestra que te acompaña hacia el laberinto de tu corazón. Hacia dentro.” E. cogió de mano al Minotauro. Se miraron a los ojos y empezaron a caminar juntos.

El tejido

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación sentí la energía del Cuarzo Aura fluyendo con mucha facilidad a través de la garganta de A. No percibía el resto de su cuerpo. Solo su cuello del cual salían olas de la energía de color del mineral que se expandían entre la luz blanca convirtiéndose en las cintas que opalizaban y hacían destellos de arcoíris. Me di cuenta de que una y otra vez me estaba despistando como si la energía era tan elevada y al mismo tiempo sutil que no consiguiera seguirla y darle forma. Intuía que a A. podría pasar lo mismo.

Se activó la energía del Ágata. La imagen cambió. Vi a A. sentada enfrente de un antiguo telar de madera. Era la energía del Ágata que había creado la herramienta para que A. pudiera entrelazar los hilos que creaba junto con la energía del Cuarzo Aura. Todo estaba preparado pero la mujer no empezaba a tejer. Faltaba algo. Pero ni siquiera ella sabía qué. Miró sus manos donde estaba una pieza, una lanzadera, donde debería estar enrollado el hilo necesario para tejer.  Estaba vacía. De repente sintió la presencia de alguien detrás de ella. Dio media vuelta y vio a un extraño hombre apoyado en el marco de la puerta. Se dio cuenta de que no era un hombre normal. Era el lobo convertido en el hombre.  Cuando lo pensó en la cara del hombre se dibujo una gran sonrisa como si ella hubiera aprobado un examen. Se convirtió en el lobo y se acercó al telar. Se sentó al lado izquierdo de A. que supo que acababa de llegar lo que le faltaba. Miró a su lobo. En su cuello colgaba una llave. La cogió y entonces en sus manos apareció una cajita muy bonita. La abrió con la llave. Dentro vio su corazón. Eso no la sorprendió nada de nada. Lo cogió como si fuera un manojo de lana cruda de color rojo. Primero lo hilo y luego se puso a tejer creando una preciosa tela de color de su corazón.

Otra vez cambió el escenario. Vi a A. suspendida en el aire. De sus manos salían los rayos de color crema como el del Ágata, de la garganta otro de color del Cuarzo Aura y del corazón uno de color rojo. Juntos creaban un hilo precioso que se perdía en el infinito. A. estaba segura y contenta viendo como daba forma a los rayos de colores convirtiéndolos en el hilo precioso y mágico.

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La Chispa

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi una imagen muy curiosa. Era una esfera que parecía ser de algún metal muy resistente. Pero al mismo tiempo emanaba oleadas de luz que se expandían en olas de colores como si fuera un arcoíris. Se presentó la energía del Ojo de Tigre e hizo posible ver que había dentro de la esfera. Las oleadas de energía que se percibía eran el resultado de choques que daba una dorada chispa que estaba encerrada dentro. Se movía a gran velocidad y al golpear a los bordes de la esfera descargaba mucha energía. Sentí a C. al lado de su Ojo de Tigre observando desde fuera la esfera metálica. El mineral la abrazó diciendo: “Es tu chispa que intentas controlar. De alguna manera lo consigues. Percibes un poco de su energía pero ni siquiera tocas su verdadero potencial. De esta manera no la controlas. La encarcelas. Lo haces de forma instintiva. Es un mecanismo de supervivencia. ¡Mira, dentro de ti! ¿Qué realmente temes?” C. miraba la esfera metálica sintiendo como su chispa fracasaba en los intentos de escapar de su cárcel. Cerró los ojos y dijo: “Tengo miedo de perderme a mí misma.” El Ojo te Tigre la abrigó todavía más y susurró a su oído: “Si encarcelas a tu chispa. Tarde o temprano te sentirás agotada. Pensarás que el camino que has elegido no es correcto. Se abrirá una brecha en la esfera y perderás tu chispa. Tus miedos se cumplirás. El miedo nunca es buen consejero. Todavía menos cuando es el miedo no reconocido, disfrazado por una mera intención de tener control. Mira, ¿has pensado por qué te caigo tan bien? Porque justo hago lo que anhelas. Sé contener el Sol dentro de mi cuerpo físico y estable. Tú también puede contener tu chispa. ¡Pero no como algo externo! Tienes que integrar tu gran potencial y entender que el único espacio que necesita es tu cuerpo físico. La verdadera vasija que necesita tu luz, es tu corazón.” C. observaba la esfera de metal con la chispa dentro y en su interior sentía que su Ojo de Tigre tenía razón. La piedra continuó: “Siente mi energía. Imagina el Sol dentro de mí. ¿Cómo es?” C. dijo solo una palabra: “¡Feliz!”. El Ojo de Tigre siguió hablando: “Sí, es feliz. Y tu chispa también estará feliz cuando realmente la incorpores dentro de ti.” C. brazada por la energía del mineral sintió como se introducía en la esfera metálica que en ese momento despareció. La mujer sintió el impacto en su corazón. Estalló allí una luz dorada. Sus rayos se conectaban primero con sus manos, luego con todos los chacras, después órganos y glándulas. Al final se percibía los hijos dorados que conectaban su corazón con cada una de sus células y un grande tubo de luz que bajaba hacia el corazón de Madre Tierra. En ese instante C. sintió como si estuviera dentro de su Sol Interno. Era una habitación en la que reinaba paz y contemplación. Miró abajo y vio a una gata negra. Oyó su voz en la cabeza. “Cuando te conectas con tu verdadero ser, con tu luz y entiendes que eres la vasija que la contiene, te das cuenta de que eres parte de la Tierra y que realmente ella te contiene a ti. Pues, puedes viajar por las dimensiones y nunca te perderás. Porque siempre tendrás el hilo dorado que te llevará a casa. Eres un ser multidimensional tal como yo. ¿Te apetece viajar conmigo?” C. se sentía muy emocionada y al mismo tiempo como si quitara un peso de encima. No se daba cuenta cuanta energía gastaba para retener a su chispa. Miró a la gata y le respondió: ¿A qué esperamos?” y sonrió sintiendo la felicidad.

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