El dragón y el hada

Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a E. entrando en una gran sala llena de gente. Todos la miraron y empezaron a aplaudir. Sorprendida y desconcertada pasaba entre las personas que le cedían paso para que pudiera llegar a una mujer que encarnaba la energía de Ágata Musgo y a un hombre que seguramente era Jaspe Rojo. La mujer Ágata Musgo estaba radiante, muy contenta y el hombre Jaspe parecía serio y severo. Al acercarse a ellos E. miró a Ágata Musgo esperando algunas explicaciones. La mujer sonrió todavía más diciendo: “Lo has conseguido! Ya estás donde querías estar!” E. meneó la cabeza y muy bajito murmuró: “Nooo. No es eso que estaba buscando.” Ágata Musgo sin dejar de sonreír movió la cabeza en la señal que sí y E. señaló otra vez lo contrario y empezó a dar unos pasos para alejarse de las energías de las piedras. Como si fuera poco sintió el cosquilleo en la espalda y vio que le salían grandes y delicadas alas de un hada. Eso tampoco le gustó. Miró a la gente que la rodeaba y aunque todos le sonreían ella se sintió ridícula con esas alas. En todo eso, de repente su Jaspe sacó desfibrilador y con la cara burlona susurró: “Es que no se da cuenta. Tenemos que electrocutarla para que se entere de su valía.” E. dio unos pasos más tras ahora también asustada. Ágata Musgo sujetó al Jaspe con cara de poco amigos y le riñó: “Deja las bromas tontas!” A E. todo eso no le hacía ninguna gracia. De repente sintió mucha pena y tristeza en su interior. Se derrumbó y se puso a llorar: “Es que yo quería que me dierais un mensaje. Un verdadero mensaje. Y vosotros me venís con toda esa farsa! La fiesta ridícula, las alas que no me sirven de nada, desfibrilador y tú Ágata tan contenta. Es que no veis que no puedo más. Estoy tan cansada.” Parecía como si no tuviera fuerzas ni para llorar. Se acercó la mujer Ágata. Se sentó en el suelo al lado de E. La abrazó y permitió que llorara apoyada en su hombro. Y luego muy suave le dijo: “Es que de verdad ya tienes todo lo que necesitas.” Tocó la frente de E. y activó su tercer ojo. La inundó la sensación de calma y claridad. Era como coger el aire por primera vez. Como si de repente todos los velos desaparecieran. Cerró los ojos y solo sentía la paz. Cuando los abrió estaba en su casa. Oyó por dentro la voz de Jaspe Rojo. Preguntó: “De verdad es lo que quieres?” Ella cerró otra vez los ojos. Cuando los volvió a abrir estaba entre las montaña. Sintió el peso en la espalda. Eran las alas pero no eran de un hada sino del dragón. Ella entera se convirtió en un gigantesco dragón. Miró a su lado y vio a un pequeño dragón rojo que más parecía a un perrito gracioso con alas. Pensé que menudo Jaspe gracioso le había tocado a E. Le susurré al oído: “Por favor, no la electrocutes!” Me hizo un guiño susurrando en la respuesta: “Y por qué no?” Pero luego ya en voz alta le dijo a E.: “Eres un dragón escondido en el cuerpo del hada, viviendo la experiencia humana. Pues, ya entiendes. Es un reto. Lo tienes complicado. Pero mira, ahora vamos a volar juntos. Abre las alas y ven a volar conmigo.” E. seguía sorprendida con su cuerpazo gigantesco pero estaba contenta y serena cuando echo a correr y luego volar detrás de su gracioso Jaspe Rojo.

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