El Rey

Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a J. sentado en un trono hecho de una robusta piedra. J. tenía aspecto de un rey muy, muy viejo. Con una barba blanca y larga, pelo un poco desordenado, con corona puesta en la cabeza. Estaba dormido. Parecía como si no se hubiera movido desde hace mucho tiempo. Si te fijabas bien se notaba telarañas alrededor de él. Delante de él apareció la energía de su piedra en forma de un hombre joven. Extendió las manos y mandó hacia J. una nube de unas criaturas muy curiosas. Eran como abejorros con los cuerpecitos de color de la piedra pero tenían unas alas grandes y preciosas que opalizaban al moverlas. Esa colorida nube se acercó a J. Los abejorros mágicos empezaron a acariciar todo su cuerpo, especialmente la cara, dándole suaves caricias. Poco a poco el rey viejo abrió los ojos. Al principio su mirada estaba un poco perdida pero finalmente consiguió fijar la vista en el hombre que estaba delante de él, en la energía del mineral. El hombre jaspe sonrió y con una voz muy suave y delicada como si entendiera que J. acababa de despertarse empezó a explicarle: “Eres un gran Sabio. No te despierto porque necesitas aprender alguna cosa fuera de ti. Ya has aprendido muchísimo. Te despierto porque tú mismo te has encerrado en un sueño para protegerte. Pero ese sueño se ha convertido en una prisión.” Los abejorros mágicos seguían acariciando a J. Sintió como en su interior se despertaban emociones. No todas le daban felicidad. Sus ojos se llenaron de lágrimas. El mineral continuó: “Eres un Mago. Eres un Alquimista. Eres un Rey. Pero se te ha olvidado que todo es sabiduría! Incluso lo que aparentemente hace daño. Al sentir el dolor poco a poco habías dado la espalda al aprendizaje que estaba escondido detrás de él. Poco a poco te caíste en un sueño profundo. Y olvidaste quien eres. Y tú eres un gran Sabio. ¡Vuelve a integrar la sabiduría que llevas dentro! Despierta para poder expresarla y vivir tu vida como una persona entera!” Cuando la piedra hablaba el aspecto del J. estaba cambiando. Con la ayuda de abejorros mágicos estaba rejuveneciendo. Su cara había cambiado tanto que casi no se veía el rastro del viejo rey sino una cara del rey joven, lleno de fuerza y alegría. Se levantó del trono con una gran sonrisa. Empezaron a aparecer varios animales acudiendo a su llamada y reconociendo su poder. J. levantó la mano y chasqueó los dedos. La gran sala se convirtió en un frondoso bosque. Sentía por dentro que había integrado en sí mismo las dos facetas suyas. La que crece y la que mengua, la que se expande al mundo y la que va pa dentro hacia su oscuridad. El hombre Jaspe sonreía también. Se inclinó y pidió: “Rey mío, me acompañas a dar una vuelta? Me encantaría hablar contigo para aprender de tu mundo.” J. se acercó a él y luego empezaron a caminar entre los árboles.

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