La placenta

Después de pedir permiso para abrir canal de comunicación me pareció ver a G. de pie. Tenía las manos extendidas y encima de ellas estaba la placenta que se unía con su cuerpo a través del cordón umbilical. Se activó la energía de Cuarzo Ahumado. Envolvió con su luz la placenta e hizo el efecto como de una lupa. G. pudo ver la placenta desde otra perspectiva. La notaba como un paisaje montañoso con algunas laderas muy empinadas. Allí estaba la madre de G. intentando escalar. La imagen era curiosa porque llevaba ropa elegante, es decir algo más adecuado para una reunión oficial no para escalar. Pero en las manos tenía todo el equipaje necesario y justo estaba poniendo un clavo en la roca. G. la miró y dijo: “Mama, por favor, no lo hagas, es mi cuerpo!” Su madre la miró sorprendida como si no entendiera nada de nada. Respondió frunciendo el ceño: “No! No es verdad. Este es mi cuerpo!” No había ninguna mala intención en eso. De verdad parecía que creía profundamente que ese era su cuerpo y que no hacía nada incorrecto. G. no se sentía capaz de explicárselo. Su madre volvió la mirada hacia la montaña y reanudó los preparativos para subirla sin hacer más caso a su hija. En ese momento aparecieron los ángeles. Crearon una esfera de luz blanca. Era muy suave, como si fuera hecha de las plumas blancas y luminosas. Empezaron a cantar. La madre de G. se detuvo. La invadieron las emociones no reconocidas durante mucho tiempo. En su vida nadie le había expresado tanta ternura como los ángeles en ese momento. Estaba sorprendida y confundida. Miró a su hija y susurró: “No sé qué decirte… No tengo nada para decirte.” Ese vació que sintió, hizo que rompió a llorar. Dejo de intentar anclarse en la placenta que unía su hija con su nieta. Los ángeles seguían cantando. La esfera luminosa se convirtió en un vehículo que se elevó y la llevo fuera. G. otra vez estaba de pie mirando la placenta. La energía de Cuarzo Ahumado la llenó entera y reestablecido la unión que con la hija que lleva en su barriga. G. miraba a su hija. Su voz resonó en su cabeza: “Habla conmigo, mama! No cometas los errores de la abuela. Permítete sentir! Eres humana. No te juzgues. Cuéntame todo!”
Sentí la energía de Fluorita que poco a poco se despertaba. Creó una mesa en la que estaban sentados G. junto con sus hijos jugando a algún juego de mesa. Fluorita le dijo: “Mira, yo te ayudaré a crear un espacio dentro de ti en el que puedas estar con tus hijos. Ellos van y vienen pero tú siempre les ofreces la mesa donde pueden nutrirse, donde pueden pasar bien el tiempo, donde pueden sentirse como en su casa. Tú eres ese espacio de conexión. Yo te ayudaré a sentir que todo tu cuerpo es un espacio de conexión, de libertar, de apertura al amor.”

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