Semillas

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación me pareció ver a C. como a una niña de más o menos 7 años. Estaba en un curioso bosque con muy pocos árboles. Parecía más bien una plantación de eucaliptos disparcitos en el espacio. En las manos tenía la esfera de la piedra muy grande envuelta en una tela. No parecía pesada. La niña estaba corriendo. Parecía que algo la perseguía. Su objetivo era esconder a esa piedra. El mineral susurró: “No me escondas.” Pero C. ni se percató de ello. Estaba totalmente centrada en huir del peligro. Aunque de aspecto era una niña más se parecía a una madre que a toda cuesta intenta salvar a su hija. Abrazaba el mineral teniendo cada vez más fuerte la sensación que no podía escapar. Que el peligro estaba cada vez más cerca. La esfera empezó a disminuir. Cuando C. por fin la miró vio una esfera que cabía en una sola mano. Comenzó a llorar pensando que la magia de la piedra se había desvanecido. Su primer impulso fue enterrarla. Oyó la voz del mineral a su lado: “No lo hagas. Yo nunca muero. Solo estoy representando una parte tuya. ¿Quién soy para ti?” La imagen no había cambiado pero aunque de aspecto C. seguía siendo una niña respondió C. adulta: „Eres mi luz.” El mineral no estuvo de acuerdo. “Tu luz nunca va a desaparecer, ni menguar. Lo que represento en esa escena es tu inocencia. La inocencia que querías salvar a toda costa. Inocencia que te pareció muerta. Pero no es verdad. Tu inocencia tampoco puede desaparecer. Solo se ha transformado. Se ha convertido en una semilla. Mira que llevas contigo!” C. se sorprendió porque no se había dado cuenta que llevaba una bolsa atada a su cintura. Al abrirla vio muchas semillas diferentes. El mineral continuó: “Hora te toca sembrar otras semillas. Tu inocencia es solo una de ellas. Eres ya preparada para esparcir las semillas de Dios.” C. parecía incapaz de hacerlo. La imagen era extraña como si su cuerpo comenzara a diluirse en el aire. Cerró los ojos rindiéndose. Apareció Kwan Yin, la Diosa de la Misericordia y Comisión. Con una cinta gruesa envolvió todo el cuerpo de C. Dijo: “Tu divinidad empieza en tu cuerpo. Ámalo y rodea con misericordia! Llénalo con compasión hacia ti misma. Tu alma vive en cada una de tus células. Eres una jardinera como yo. Vas a sembrar semillas por todo el mundo pero ahora, antes de empezar tienes que recuperar el sagrado espacio de tu cuerpo. Hónralo y así le devuelves la integridad.” C. sintió como le sujetaba la cinta rosa de Kwan Yin. Abrió los ojos. Ya no era una niña asustada sino una mujer preciosa. Kwan Yin continuó: “Abandona el bosque de tus recuerdos. Ven conmigo!” Le cogió de la mano y la guió hacia una preciosa jungla llena de vida. Contemplando la exuberancia de la vida, le dijo a C.: “Este es el lugar donde crecerán tus semillas. Es un nuevo sitio para que puedas empezar de nuevo.” C. miró su mineral. Lo vio como una gran puerta hacia la infinidad de las potencialidades. Como la apertura hacia el universo. Y al mismo tiempo como una bolsa llena de semillas listas para sembrar.

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