Despuésde pedir permiso para abrir canal de comunicación vi a M.sentada en una pequeña elevación del terreno, debajo de un preciosoárbol lleno de flores de color rosa. Miraba a sus hijos que estaban jugando abajo. M. los observaba con mucha paz y amor. Sentí como todo su ser vibraba en armonía y tranquilidad. Al mismo tiempo me pareció percibir que M.no se daba cuenta de su enorme capacidad de generar equilibrio a su alrededor. Como si incluso lo negaba. A su lado apareció un abuelo. Tenía el aspecto del viejo maestro zen. Se miraron a los ojos. De verdad ese maestro era un recuerdo de alguna de las vidas de M. De la sabiduría que ya había conseguido y trabajado en alguna línea del tiempo que en ese momento se presentaba para acompañarla en el proceso de la búsqueda de su propia identidad y poder. A la altura de la glándula timo empezó a brillar una luz decolor de Rodonita. M. miró otra vez al anciano y envolvió ese recuerdo en la luz rosada guardándolo en su timo. Al integrar ese recuerdo M. se sintió capaz de proyectar la energía de la Rodonita a través de sus manos. La esfera rosada se expandía hasta envolver a todos sus hijos. Se sintió segura y fuerte, capaz de crear un espacio seguro para toda su familia.
Sus hijos vinieron corriendo y se sentaron a su lado. En ese momento percibí también a su pareja que estaba apoyado en el tronco del árbol. Dijo con la voz alegre aunque fingía estar enfadado: “Vaya, montáis una fiesta y a mí no me invitáis.” M. le miró y él no necesitó que dijera algo. Ya sabía que estaba bienvenido al círculo familiar. Cuando los cinco ya estaban sentados se activó la energía de Amatista que comenzó a fluir entre ellos. Era precioso observarlo. Creaba vínculos entre ellos pero no ataba a ninguno. La energía fluía fácil y libremente. Entonces sentí la voz de bebe que estaba esperando M. Dijo: “Te doy gracias por querer ser mi madre.” El amor que desprendía era tan grande que M. se emocionó mucho y casi llorando susurró: “Soy yo, quien te da gracias por aceptarme como madre.” Sentí la energía de Amatista creó dos esferas que se entrelazan, una que emanaba de M. y la otra de su bebe. Era una conexión de almas que se expanden impulsando una a la otra hacia la libre expresión de su propia luz.