El tejido

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación sentí la energía del Cuarzo Aura fluyendo con mucha facilidad a través de la garganta de A. No percibía el resto de su cuerpo. Solo su cuello del cual salían olas de la energía de color del mineral que se expandían entre la luz blanca convirtiéndose en las cintas que opalizaban y hacían destellos de arcoíris. Me di cuenta de que una y otra vez me estaba despistando como si la energía era tan elevada y al mismo tiempo sutil que no consiguiera seguirla y darle forma. Intuía que a A. podría pasar lo mismo.

Se activó la energía del Ágata. La imagen cambió. Vi a A. sentada enfrente de un antiguo telar de madera. Era la energía del Ágata que había creado la herramienta para que A. pudiera entrelazar los hilos que creaba junto con la energía del Cuarzo Aura. Todo estaba preparado pero la mujer no empezaba a tejer. Faltaba algo. Pero ni siquiera ella sabía qué. Miró sus manos donde estaba una pieza, una lanzadera, donde debería estar enrollado el hilo necesario para tejer.  Estaba vacía. De repente sintió la presencia de alguien detrás de ella. Dio media vuelta y vio a un extraño hombre apoyado en el marco de la puerta. Se dio cuenta de que no era un hombre normal. Era el lobo convertido en el hombre.  Cuando lo pensó en la cara del hombre se dibujo una gran sonrisa como si ella hubiera aprobado un examen. Se convirtió en el lobo y se acercó al telar. Se sentó al lado izquierdo de A. que supo que acababa de llegar lo que le faltaba. Miró a su lobo. En su cuello colgaba una llave. La cogió y entonces en sus manos apareció una cajita muy bonita. La abrió con la llave. Dentro vio su corazón. Eso no la sorprendió nada de nada. Lo cogió como si fuera un manojo de lana cruda de color rojo. Primero lo hilo y luego se puso a tejer creando una preciosa tela de color de su corazón.

Otra vez cambió el escenario. Vi a A. suspendida en el aire. De sus manos salían los rayos de color crema como el del Ágata, de la garganta otro de color del Cuarzo Aura y del corazón uno de color rojo. Juntos creaban un hilo precioso que se perdía en el infinito. A. estaba segura y contenta viendo como daba forma a los rayos de colores convirtiéndolos en el hilo precioso y mágico.

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