La Madre Equina

crisotila, rodonita


Después de pedir permiso para abrir canal de comunicación vi a Mar cabalgando en un caballo blanco, precioso. Lo estabas disfrutando pero en un momento como si se hubiera despertado y se hubiera dado cuenta que hacía.
Frenó de golpe y bajó del caballo. Y se arrodilló. Con la cabeza agachada dijo: “Perdona! No me he dado cuanta quien eres. Eres la Madre Equina!”.
La Madre Equina la miró y dentro de su ser, Mar oyó sus palabras
”Levántate. Un gran problema de muchos de vosotros es que os perece que sois inferiores de mí. Y así, os alejáis de mi magia. Pensáis que sois inferiores de otros, menos despiertos, menos dotados, menos guapos…. Cierra los ojos y siente. Qué ves?”
Lo que sintió Mar era un gran amor. Gran amor que no entiende las palabra “más” ni la palabra “menos”. Mar se vio a si misma abrazando a la Madre Equina. Ese abrazo, esa unión, fusión le hizo posible sentir que no había diferencias entre ellas. En ese momento, de repente, se le abrieron a Mar unas preciosas alas blancas. Fue como si se hubiera roto un escafandra que las retenía y empezó a brillar. La Madre Equina la invitó a que subiera para continuar a cabalgar juntas. En un segundo pensé que otra vez iba a negarlo pero finalmente lo aceptó. Era una imagen impresionante. Mar con sus alas grandes, tan blancas como La Madre Equina.
Me pareció que esas piedras hicieron posible ese reencuentro. Crisotila con su especial don que conectar con el mundo mágico de la naturaleza y Rodonita que le ayudó a dejar la inseguridad y dudas.

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