La Reina del Mayo

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Después de pedir el permiso para abrir el canal de comunicación vi a C. sentada al lado de una gran hoguera. Era Beltane, la fiesta celta que se celebra la noche del 30 abril. Es una fiesta de alegría y colores cuando se celebra la fertilidad y la sexualidad, el ciclo de la fecundación y la floración. C. observaba como los campesinos bailaban, comían y bebían. Como las parejas desaparecían ente los árboles. Ella se sentía muy lejana a todo eso. A su lado se sentó el hombre vestido de morado. Era la encarnación de la energía de su Amatista. Preguntó: “Por qué no vas a festejas el inicio de la vida con los otros?” Para decir la verdad C. no sabía qué responder. Todo le parecía tan separado de ella. Estaba allí mirando la hoguera pero no sentía su calor. Veía a la gente que se dejaban llevar por la pasión pero dentro de ella no se despertaba ninguna emoción. Solo miraba. No se sentía mal. Más bien no sentía nada. Como si solo sus ojos percibieran la viada que pasaba delante de ella. Pensó que la vida siempre tenía su fin. Amatista sintió todo eso y en lugar de insistir que C. fuera hacia la hoguera a bailar con los otros, se levantó. Ayudó a ella levantarse también. Dijo: “La vida no se termina nunca. Solo cambia de forma. Mira la hoguera! Solo a ella. No importa la gente. Mira el fuego. El fuego es la pasión pura. La pasión sin pizca del pensamiento u opinión. Solo sentir. Ahora cierra los ojos!” La chica hizo lo que le había pedido Amatista. Sintió su energía en el pecho. Y de repente sintió allí la hoguera. Fuego intenso y abrazador. Se asustó un poco pero al mismo tiempo el calor del fuego la llenaba poco a poco de la alegría. La llenaba de la vida. Oyó en sus adentros la voz de Amatista: “No te esfuerces buscando la vida fuera de ti. La tienes dentro de tu corazón. Allí puedes calentarte con la hoguera de tu pasión.” C. sentía como despacio se derretía esa sanación de no pertenecer al mundo que la rodeaba. Porque ella se había convertido en su mundo.
Pero cuando abrió los ojos no la esperaba la fiesta. Se vio con una cadena que rodeaba su cuello. Todo estaba gris y no se veía el horizonte. La cadena que pesaba y casi la ahogaba se perdía en el infinito. Apareció la energía de Fluorita. El mineral no dijo nada pero C. supuso que debería poder quitarse la cadena. Miró a Fluorita con los ojos llenos de lágrimas y susurró: “No puedo. No puedo quitármela. No puedo.” Estaba desesperada. Como si estaba condenada a vivir con esa cadena en el cuello en el paisaje gris toda la vida. Fluorita la abrazó y dijo: “Respeta tus limitaciones! Respeta tus sentimientos! No puedes forzar nada porque eso te lleva solo a la tristeza. Pero todo se puede ver de manera distinta.” La cadena que ahogaba a C. empezó a brillar de color verde clarito. Comenzó a disminuir hasta que se hubiera convertido en una preciosa cadenita de color verde. C. estaba sorprendida. Incluso le gustaba esa preciosa cadenita verde Fluorita continuó: “Puedes llevar las cicatrices con orgullo porque muestran tu valentía. La valentía necesaria para poder sanar tus heridas. La otra cadena te unía con los que te había herido. Te sentías esclava. Pero mira, ahora tu cadenita. Sigue rodeando tu cuello pero forma un círculo que incluso te embellece. Pues, no es la cadena como tal la que te ahogaba sino como tú la percibías. No tienes que quitártela. Solo tienes que ver su belleza.” C. se vio reflejada en un precioso espejo que tenía el marco de Ágata Musgo. Se veía como una mujer hermosa que llevaba una corona de flores, con una preciosa cadenita verde y el vestido morado. Ágata Musgo comentó: “La pasión está dentro de ti. Tu fragilidad te hace preciosa. Siente la corona de flores en tu cabeza porque eres la Reina del Mayo. La Reina de Beltane. Y ahora vive la vida desde tus adentros respetándote siempre. No fuerces nunca nada. Eres una mujer cíclica. No lo olvides.”

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