Liberarnos de los lazos que nos unen con nuestros ancestros no siempre es fácil. Pero dar la libertada a los seres queridos siempre trae muchos regalos.
Después de pedir permiso para abrir canal de comunicación me pareció ver una imagen de la mesa muy alargada llena de comensales. La chica a la hacia la comunicación estaba sentada al final de una de las filas. El ambiente era muy animado, todos comían a gusto, reían. Tenía la sensación que era un encuentro familiar. La mesa era muy curiosa porque era muy, muy larga. Parecía un río. La chica, llamémosla Cristina, como estaba al final, ni podía ver quien estaba sentado a la otra terminación de la mesa. Sentía que le gustaría participar en la conversación y por eso se sentó en la parte estrecha, como alguien quien encabeza una reunión. De repente todas las conversaciones cesaron. La mujer que estaba a su lado derecho la miró y preguntó: “De verdad lo quieres?” Pienso que se refería a ese cambio de lugar. Cristina en ese momento ya no era la última, que además tenía a alguien solo de un lado porque del otro ya no había nadie. Su papel había cambiado de forma radical. En ese momento sí que podía ver toda la mesa. Y con toda la seguridad, en ese silencio repentino, respondió a la pregunta de la mujer: “Sí, quiero”. De repente Cristina subió encima de la mesa y empezó a caminar, entre toda la comida, mirando de un lado al otro, reconociendo los miembros de su familia – los abuelos, tías, tíos, etcétera… todos miraban a Cristina, apoyándola, sosteniendo ese caminar encima de la mesa hacia sus orígenes, contentos. Pero en algún momento Cristina estaba ya tan lejos que dejó de reconocer a las personas. Avanzó un poco más y finalmente decidió no ir más adelante. En ese momento dijo: Bueno, he llegado hasta aquí! Dio la vuelta para volver. Y entonteces pasó un desastre. La mesa se inclinó. Cristina cayó y empezó a deslizarse junto con toda esa comida y platos llenos de comida. Se asustó mucho porque no encontraba nada para agarrarse. Era un momento dramático pero al mismo tiempo precioso porque todos sus ancestros le ayudaron. Los de abajo prestaron sus espaldas como apoyo y los de arriba estiraron los brazos para cogerla y ayudar a subir. Era un trabajo de todos sus familiares de todas líneas del tiempo. Y no fue nada fácil. Cuando finalmente Cristina logró volver al final de la mesa estaba agotada. En perfecto silencio lo miembros de su familia empezaron a levantarse. Se acercaban uno a uno a Cristina y le dejaban unos regalos que brillaban mucho. Y se iban hacia la luz. La mesa de repente se hizo vacía. La imagen cambió. Vi a Cristina en su casa de ahora. Tenía la sensación rara. Como una vocecita que en su interior tenía dudas si hubiera hecho bien emprendiendo ese camino encima de la mesa .Es ese momento se sintió muy sola. Pero poco a poco se dio cuenta de que esos regalos luminosos de sus ancestros estaban con ella. Su mascota, una amistad especial, una actitud característica suya, etcétera… Reconoció toda su familia dentro de ella y su mundo aunque acaba de ayudaros a ir a la luz. Cristina miró por la ventana y se sintió, llena y feliz.
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