Colores

Después de pedir permiso para abrir canal de comunicación vi a N. meditando, con los ojos cerrados, en un campo al lado de un acantilado. Estaba vestida de blanco, con un turbante. De su espalda salían grandes alas pero parecían como si fueran dibujadas, un boceto hecho con lápiz. Como si a alguien se le hubiera olvidado pintarlas. N. en sus manos extendidas sostenía la energía de Piedra Luna. En una mano se colocó la energía de la parte blanca y en la otra la de las manchas oscuras. Sentía que era necesario que se reunieran. Pero N. se negaba a abrir los ojos y verlo. Piedra Luna me miró diciendo: “Tantos se perdieron en la oscuridad como en la luz.” Susurré: “Eso no vale, es una cita de un libro.” Porque efectivamente era la cita del libro Lemuria, recuerdo de las memorias ocultas escrito por Kai. La Piedra Luna me hizo un guiño. Y continuó: “Tiene que despertar. Y además tiene que despertarse a sí misma. No es el momento para mostrarle sus sombras. No es mi función. Pero le puedo dar la herramienta que le puede servir de despertador. Su propia voz.” La energía de Piedra Luna se colocó en la garganta de N. Inundó esa zona con su preciosa energía y continuó: “Sus palabras complacen a la gente. Incluso intenta complacerse a si misma. A esa imagen incompleta que tiene. Pero es el momento en que su voz debe expresar su verdadero ser. Contar a si misma todo lo que siente! Ser sincera y no tapar nada con silencios. Llega el momento de cantar su verdad al universo.” Me pareció ver a N. escribiendo las cartas a si misma, cantando desde su vientre y reconociendo la fuerza de las palabras verdaderamente sinceras, que no ocultan absolutamente nada. Otra vez la vi en el campo. Abrió los ojos y mezcló las energías que de Piedra Luna que sostenía en las manos. En ese momento sus alas empezaron a cobrar colores. Se hicieron todavía más grandes, y comenzaron a emanar todos los colores del arco iris.
La energía de Amatista llenó su útero. Impregnaba todas las células y poco a poco se expandía hacia los ovarios. No estaba segura si lo que trasmutaba eran las memorias de esa vida o de las otras pero la sensación mía fue, que allí en su cuerpo físico, en su bajo vientre, habían resguardadas las historias que en ese momento no le dejaban expresar libremente su propia luz. Poco a poco aunque su útero seguía de color violeta de Amatista su cuerpo empezó a brillar en varios preciosos colores. Era como si la Piedra Luna hacía posible que sean visibles los colores de sus alas y la Amatista de su cuerpo. Sentí el mensaje de Amatista: “N. es un ser de muchos colores. No puede limitarse solo a uno por lo más bonito que le parezca. Cuando lo hace da la espalda a su verdadero potencial. Es un ser arcoiris. Un ángel que se niega a decir “yo soy”. Que se niega a mostrar su grandeza. Desde su cuerpo fluye el manantial de colores. Su espíritu la abraza con sus alas opalescentes. Ahora solo toca que su mente lo acepte.”

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