Después
de pedir el permiso para abrir canal de comunicación vi a S. con un
niño pequeño en brazos. Toda la imagen era muy idílica, tenía aspecto
como en los cuadros de Sagrada Familia, ella como si fuera María con
pequeño Jesús en brazos, rodeada por una luz tenue, sobrenatural, detrás
su pareja – como José de pie, también mirando el niño. En los ojos de
S. se veía tanto amor, tanta entrega
que parecía más un ángel que una persona. En ese momento apareció un
demonio. Pero todo seguía teniendo el aspecto muy tierno, como en las
películas de dibujos animados. A la izquierda de S estaba su versión
estilo demonio, vestida de cuero negro, maquillada excesivamente incluso
con una cola de y a su lado derecha esa imagen tan tierna como de
Virgen María.
Ni uno otro me parecía real. Era como exagerado.
Me pareció sentir la energía de Amatista que le dijo a S.: “Tu reto para
expresar el amor materno verdadero consiste en vencer el miedo. Le
quieres tanto que temes no ser capaz de desapegarte de ese ser
maravilloso que es tu hijo. Por dentro estás sufriendo ya la despedida. Y
llegará en la vida el momento de dejarle volar. Porque eso es la vida.
Pero mírame. Mira las dos Amatistas. Somos Amatistas, somos uno aunque
somos diferentes. Entre nosotros está el nudo infinito. El nudo que
entrelaza la vida con todos sus aspectos. Y la muerte y el dolor del
desapego forman parte de esa vida. No sufras de lo que puede pasar. Ese
miedo te hace disfrazar tus sentimientos. Incluso a ti misma. Abraza la
vida, y todos sus ciclos.”
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