La Reina del Mayo

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Después de pedir el permiso para abrir el canal de comunicación vi a C. sentada al lado de una gran hoguera. Era Beltane, la fiesta celta que se celebra la noche del 30 abril. Es una fiesta de alegría y colores cuando se celebra la fertilidad y la sexualidad, el ciclo de la fecundación y la floración. C. observaba como los campesinos bailaban, comían y bebían. Como las parejas desaparecían ente los árboles. Ella se sentía muy lejana a todo eso. A su lado se sentó el hombre vestido de morado. Era la encarnación de la energía de su Amatista. Preguntó: “Por qué no vas a festejas el inicio de la vida con los otros?” Para decir la verdad C. no sabía qué responder. Todo le parecía tan separado de ella. Estaba allí mirando la hoguera pero no sentía su calor. Veía a la gente que se dejaban llevar por la pasión pero dentro de ella no se despertaba ninguna emoción. Solo miraba. No se sentía mal. Más bien no sentía nada. Como si solo sus ojos percibieran la viada que pasaba delante de ella. Pensó que la vida siempre tenía su fin. Amatista sintió todo eso y en lugar de insistir que C. fuera hacia la hoguera a bailar con los otros, se levantó. Ayudó a ella levantarse también. Dijo: “La vida no se termina nunca. Solo cambia de forma. Mira la hoguera! Solo a ella. No importa la gente. Mira el fuego. El fuego es la pasión pura. La pasión sin pizca del pensamiento u opinión. Solo sentir. Ahora cierra los ojos!” La chica hizo lo que le había pedido Amatista. Sintió su energía en el pecho. Y de repente sintió allí la hoguera. Fuego intenso y abrazador. Se asustó un poco pero al mismo tiempo el calor del fuego la llenaba poco a poco de la alegría. La llenaba de la vida. Oyó en sus adentros la voz de Amatista: “No te esfuerces buscando la vida fuera de ti. La tienes dentro de tu corazón. Allí puedes calentarte con la hoguera de tu pasión.” C. sentía como despacio se derretía esa sanación de no pertenecer al mundo que la rodeaba. Porque ella se había convertido en su mundo.
Pero cuando abrió los ojos no la esperaba la fiesta. Se vio con una cadena que rodeaba su cuello. Todo estaba gris y no se veía el horizonte. La cadena que pesaba y casi la ahogaba se perdía en el infinito. Apareció la energía de Fluorita. El mineral no dijo nada pero C. supuso que debería poder quitarse la cadena. Miró a Fluorita con los ojos llenos de lágrimas y susurró: “No puedo. No puedo quitármela. No puedo.” Estaba desesperada. Como si estaba condenada a vivir con esa cadena en el cuello en el paisaje gris toda la vida. Fluorita la abrazó y dijo: “Respeta tus limitaciones! Respeta tus sentimientos! No puedes forzar nada porque eso te lleva solo a la tristeza. Pero todo se puede ver de manera distinta.” La cadena que ahogaba a C. empezó a brillar de color verde clarito. Comenzó a disminuir hasta que se hubiera convertido en una preciosa cadenita de color verde. C. estaba sorprendida. Incluso le gustaba esa preciosa cadenita verde Fluorita continuó: “Puedes llevar las cicatrices con orgullo porque muestran tu valentía. La valentía necesaria para poder sanar tus heridas. La otra cadena te unía con los que te había herido. Te sentías esclava. Pero mira, ahora tu cadenita. Sigue rodeando tu cuello pero forma un círculo que incluso te embellece. Pues, no es la cadena como tal la que te ahogaba sino como tú la percibías. No tienes que quitártela. Solo tienes que ver su belleza.” C. se vio reflejada en un precioso espejo que tenía el marco de Ágata Musgo. Se veía como una mujer hermosa que llevaba una corona de flores, con una preciosa cadenita verde y el vestido morado. Ágata Musgo comentó: “La pasión está dentro de ti. Tu fragilidad te hace preciosa. Siente la corona de flores en tu cabeza porque eres la Reina del Mayo. La Reina de Beltane. Y ahora vive la vida desde tus adentros respetándote siempre. No fuerces nunca nada. Eres una mujer cíclica. No lo olvides.”

El taller

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a A. al lado de una mesa en la que se veía los planos de una casa. A su lado estaba un arquitecto. Era la forma en la se había manifestado la energía de Jade. A. parecía frustrado. Tenía muchas ideas en la cabeza. Le parecía que todo tenía claro pero a la hora de crear un proyecto y plasmarlo en los planos algo se le escapaba. No sabía hacer realidad su sueño. El arquitecto Jade le puso la mano en el hombro para tranquilizarlo. Dijo: “A., cálmate! Lo haces todo muy bien. Solo tienes que clamar tu mente. Todo va bien y tiene el ritmo perfecto.” Apareció la energía de Malaquita. Tenía el aspecto del hombre de limpieza. Un poco refunfuñando dijo: “Este aspecto es solo para que entiendas mejor mi función. Llevo escoba, una fregona y un cubo porque hago la limpieza. Con la mente limpia puedes idear más fácilmente tu futuro.” En ese momento sentí también la energía de Amazonita. Se unió a la labor de Malaquita diciendo: “Yo refrescaré tus ideas.” A. se sintió muy feliz. Tenía consigo el arquitecto Jade que repasaba los planos. Lo que su mente no necesitaba, la energía de Malaquita llevaba hacia la Tierra. Al mismo tiempo sentía la energía de Amazonita, una suave brisa que abría su mente hacia la inspiración. Sí, A. se sentía muy feliz. En ese momento se oyó que alguien tocaba a la puerta. Cuando la abrió vio a la energía de Prehnita. No sabía si dejarla entrar. Estaba indeciso tapando la entrada con su cuerpo. Finalmente Prehnita empezó a hablar: “Bueno A., qué tal tus proyectos?” Y sin esperar la respuesta continuó: “Mira! A veces te entusiasman tanto tus sueños que se te olvida dejar la puerta abierta a la vida que también sigue fuera de tu taller. Mi función es relacionar tus dos mundos, el interno y el externo.” Apartó al hombre sorprendido y entró sin decir nada más. A. confuso siguió en la puerta. Vio fuera las energías de Piedra Sol y Cianita. Piedra Sol extendió la mano y le invitó a dar un paseo. A. resopló. No tenía ganas de salir de su taller. Ahora todo iba tan bien. Piedra Sol se acercó y susurró como si quisiera contarle un secreto: “Sabes que tu taller llevas dentro de tu corazón?” A. hizo una mueca que decía claramente que no tenía ni idea de que hablaba. Piedra Sol expandió su energía y de repente todo el taller se convirtió en un artilugio mágico y se colocó en su corazón. Cianita dijo en voz muy alta: “Ey, yo también sé hacer magia!” Y convirtió todo el mundo externo en otro artefacto que también se situó en su corazón. La imagen era espectacular. A., Piedra Sol y Cianita estaban suspendidos en el cosmos. Se veía las estrellas y las galaxias. Piedra Sol y Cianita en forma de dos personas pusieron sus manos en los hombros de A. y crearon juntos un círculo. El hombre cerró los ojos recibiendo la energía de los minerales. Piedra Sol comenzó a explicar lo que había pasado. Dijo: “Tu mundo interno está bien sostenido por la energía de Malaquita, Jade y Amazonita. Allí creas tus proyectos. Pero necesitas entender que aunque constituyen una parte primordial para ti si no abres la puerta al mundo exterior no podrán florecer. Yo te ayudo a expandirte.” Continuó Cianita: “Por más raro que te parezca, tus proyectos no solo influyen en el mundo que te rodea. Tienen el eco en todo el universo porque realmente todos los mundos, es uno solo.” Se oyó la voz de Prehnita: “Yo soy la energía que puede moverse entre los planos. Puedo relacionarlos. Puedo unirlos. Solo necesito que abras la puerta de tu mundo interior. Porque solo entonces, sucede la magia.”
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Horus

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a A. de espalda alejándose de mí. La distancia se hacía cada vez más grande y no estaba segura si debería intentar alcanzarla. De repente la imagen cambió. A mi lado apareció Horus, el Dios de la cabeza de halcón del Antiguo Egipto. A. empezó a acercarse a él. Horus tenía la cabeza inclinada. Sin mirar directamente a ella, extinguió la mano para detenerla. Preguntó a dónde iba y ella respondió simplemente “voy adelante”. Y explicó: “Lo hacemos los humanos. Vamos adelante. Eso se llama la expansión.” Horus afirmó: “Una cosa es la expansión y otra huir. No se perecen nada de nada.” Guardó el silencio y luego continuó: “Cada uno de nosotros tiene las heridas. Nuestra voluntad hace posible la sanación aunque las cicatrices siempre se quedan.” Levantó la cabeza y A. dio un paso atrás, tanto la impactó la imagen. En lugar de uno de los ojos de Horus se veía un agujero vacio. La herida estaba infectada, hinchada, supuraba pus. El Hombre Halcón hizo un gesto con la mano y la herida se curó. Seguía un agujero grande pero lo que lo rodeaba era sano y tenía el color natural. A. se acercó otra vez al Dios del Antiguo Egipto y vio que en su mano había aparecido su colgante. Horus lo tapó con otra mano. Clavó su mirada en ella y preguntó: “¿Quieres que impregne mi energía en esos minerales para que puedas sanar tu herida?” A. pareció no estar segura de eso. En lugar de responder sí o no, preguntó: “Primero quiero saber cuál es mi herida.” Horus abrió sus manos para observar los minerales y luego respondió: “Te lo puedo decir. Naciste con un prisma en los ojos. Un prisma que divide en las fracciones todo lo que te rodea. Te es imposible ver la realidad tal como es porque siempre te enfocas solo en un aspecto de la verdad de la vida. Y eso hace que su real significado se te escapa y a consecuencia no consigues sentirte completa.” A. le miró con la cara que expresaba desconcierto. Susurró: “No me respondes. No es ninguna herida. No es lo que busco.” Horus clavó su único ojo en ella. Con la voz muy dulce dijo: “Sí que te respondo. Es el propósito de tu vida. Unir lo que está separado. Es lo que has llegado a aprender porque en otras vías ya habías aprendido a dividir. Para que el juego fuera más interesante has empezado la vida con la visión dividida. Tu aprendizaje se basa en sentirte entera. Y al no poder hacerlo tu herida sangra y se infecta. Estos minerales vinieron para mostrarte la unión entre tres fuerzas. El Cuarzo es ver la luz, percibir la información tal como te llega, sin interpretarla. La Amatista es la fuerza trasmudara, es todo lo que puedes aprender en esa vida. Y la Cornalina debería darte la base. Es tu cuerpo. Es amor por todo lo físico. Pero tú sueles polarizarte. Estar solo en una de las franjas y olvidar las otras. ¿Quieres que te ayude a integrar esos tres aspectos tuyos?”. A. meneó la cabeza aceptando la propuesta de Horus. Él se acercó a ella. Le puso el colgante en el cuello y luego colocó sus manos en sus ojos. A. tenía ganas de llorar. Tenía la sensación que en sus ojos había esquirlas de hielo que se derretían gracias a la energía de Horus. Tenía la sensación que hasta ahora en su vida siempre faltaba algo. Pero la verdad era que ya tenía todo. Solo que no se daba cuenta de eso. Las energías de los minerales se colocaron formando un triangulo que empezó a dar vueltas. Se situó a la altura de su tercer ojo. Horus continuó: Todo ya está perfecto. Solo que tienes que ajustar tu visión. Equilibrar tu vida de acuerdo con los tres principios. Cada día, guiada por Amatista, aprende y trasmuta la información en sabiduría. Cada día, guiada por el Cuarzo, encuentra el momento de desconectar y simplemente fluir en la luz del universo. Cada día, guiada por la Cornalina, honra tu cuerpo y mímale. Une, lo que te parece separado y así te sentirás plena y realizada.” La vibración de los minerales se expendía cada vez más. Crearon una gran esfera cuya base profundizaba en la tierra. A. abrió los ojos y vio delante de ella un camino. Miró al Horus que estaba a su lado. El Dios le preguntó: “Preparada para continuar el camino?” A. cogió aire y asintió con la cabeza. Y comenzaron a caminar.

Colores

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Después de pedir el permiso para abrir el canal de comunicación vi a M. en su casa sentada en la mesa mirando la ventana. Fuera hacía una niebla muy densa envolviendo todo en color blanco. No se veía casi nada. M. por un lado estaba contenta porque sentía mucho frescor que le gustaba, pero la falta de colores la volvía un poco melancólica. Sintió la energía de Cuarzo Rosa que se convirtió en una taza de color rosado. Dentro humeaba chocolate caliente. M. oyó la voz en su interior: “Soy el recipiente que resguarda tu CERTEZA. La sientes reconociendo que actúas siempre desde el amor. Lo sabes. Pero a veces, el hecho de que otros no lo entienden te hace sentir mal. No entiendes porque no creen en tus buenas intenciones, porque te malinterpretan. Al dudar, sientes el frío. En esos momentos, vuelve a tu CERTEZA. Qué más da que piensan otros si tú sabes cuál es la verdadera razón de tus actos? Te ayudo a centrarte en ti. Cada uno tiene sus caminos. De ti depende solo el tuyo.” M. empezó a emocionarse. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Contempló otra vez el paisaje blanco. Percibió en su corazón Cuarzo Verde. Siguió el impulso de prestar atención a su energía. El mineral la instruyó: “Eres capaz de crear lo que te rodea. Tu corazón está lleno de colores. Utilízalos!” M. estaba muy conmovida. Conectada con todo su potencial solo susurró: “Cuanta belleza” y comenzó a llorar todavía más. La energía de Cuarzo Verde la acogió aún más amorosamente y continuó: “Ves la belleza en todo lo que te rodea pero te cuesta verla en ti misma. Ni se te ocurre que eres la cocreadora de todo lo que percibes. Si no tienes ganas de ver más niebla, levántate y llena con colores tu paisaje!” M. muy impresionada se acercó a la ventana. La abrió y se puso a soplar como si quisiera apagar una vela. La niebla poco a poco desapareció. Sonrió. Se veía un precioso jardín, incluso empezó a hacer sol. Alguien llamó a la puerta. Al abrir resultó que era Amatista. Con un gesto invitó la chica a salir. Dijo: “No he venido como tu maestro. No necesitas ninguno. He venido solo para ayudarte a vencer las limitaciones que te pones a ti misma. Tu misma creas barrotes a tu alrededor. Aunque tienes la certeza de actuar correctamente, aunque tienes el potencial creador ilimitado, no te sientes merecedora de la belleza que llevas dentro. Por eso no la puedes ver fuera. Este precioso jardín eres tú. Da rienda suelta a tu imaginación! Siente tu poder! Siente tu voluntad! Di YO SOY! Y así será.” M. sabía que la acompañaban las energías de Cuarzo Rosa y Verde. Cogió aire y luego lo soltó poco a poco como si necesitara cobrar fuerzas para salir de su casa. Luego dio el paso y comenzó a andar junto con Amatista disfrutando de su hermoso jardín.

Jugar o no jugar

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a J. sentada en una silla, con los ojos tapados por una cinta. Sus amigos estaban detrás de ella. Eso parecía un tipo de juego pero yo no lo reconocía. La energía de Sodalita se acercó, puso la mano en su hombro y susurró: “¿Por qué juegas, si no te apetece?” J. quitó la cinta de los ojos y le miró. Su mirada era muy intensa, parecía enfadada. Tenía ganas de decirle que no tenía razón porque le encantaba el juego pero no era la verdad. Por eso solo dijo: “Todos juegan. No tengo solución, tengo que jugar también.” Sodalita propuso: “¿Y qué pasaría si crearas tus propias reglas del juego?” J. movió la cabeza mostrando su desaprobación: “Pocas cosas dependen de mi.” Parecía como si ya se hubiera rendido. Dentro de ella todavía había una chispa pero eran más bien la chispa de la rabia por haber perdido la partida de ese ilusorio juego que le parecía que estaba jugando. Sodalita le ayudó a levantarse y empezaron a caminar juntos. Abrazada por la energía de Sodalita J. escuchaba sus palabras: “Muchas veces os perece a los humanos que poco depende de nosotros. Y quizás tengáis la razón. Porque esperáis cambiar las circunstancias que os rodean y a menudo las circunstancias no puedes cambiar. Si estás en casa, estás rodeada por tus familiares. Si estás en la escuela por tus amigos. No los puedes cambiar. Pero lo que si depende de ti y en lo que tienes la libertad absoluta es la forma de reaccionar frente a las circunstancias. Mira, insistes en que no tienes la libertad. Pero mira, puedes andar ahora,¿ verdad? Imagina a un árbol. ¿Crees que no es libre al tener raíces y no poder moverse?” J. nunca se había hecho una repregunta así. Un majestuoso roble le parecía el Rey del bosque. Pero era verdad, no se podía desplazar. Sodalita continuó: “Todo depende de cómo interpretarás tus circunstancias. Por ahora quiero conectarte con los arboles para que sientas la paz que se experimenta aceptando las condiciones que trae la vida y al mismo tiempo la felicidad que sale de la certeza que eres la Reina de tu propio bosque.” Percibí las energías de varios árboles. Al final sentí las secuoyas con sus anchos y altos troncos. Sodalita reanudó su discurso: “Dentro de ti hay una niña. Estará en tu interior siempre. Tu edad no importa. Tienes que cuidarla. Permítete llevar su inocencia dentro de ti. Incluso cuando tengas 100 años. Necesitas su alegría para afrontar las circunstancias que parecen serias. Ríete de los juegos que no te gustan. Da espalda a los jugadores y vete al bosque de tu alma.” Vi a J. debajo de la gran secuoya. Se convirtió en un hada. Con las alas empezó a volar a gran velocidad entre los gigantescos troncos. Ese era su mundo. Se sentía libre y feliz. Sintió la energía de Ágata Negra. Era como la brillante sombra negra que jugada con ella al escondite. Poco a poco se hizo de noche. Se acercaron al borde del bosque y de lejos vieron las luces de un pequeño pueblo. Allí J. paró sin saber qué hacer. Ágata le dijo: “Hay hadas que viven entre los humanos. No siempre es fácil. A veces se sientan tan raras que intentan a toda costa olvidar quien son. Pero no puedes dar la espalda a tu verdadero ser. Eso siempre te hará infeliz y te llenará de rabia. Pero si no olvides quien eres podrás vivir plenamente entre las personas. Solo es necesario que crees tus normas del juego al unísono con el latido de tu corazón de hada. Siente tu bosque y disfruta de la divertida vida ente los humanos.” J. miraba el pueblo. Cuando dio primer paso hacia él, desaparecieron sus alas y ella se hizo más grande. Pero sus pasos eran firmes. Se acercaba al pueblo sabiendo que nunca más participaría en los juegos que no le gustaban.

El dragón y el hada

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a E. entrando en una gran sala llena de gente. Todos la miraron y empezaron a aplaudir. Sorprendida y desconcertada pasaba entre las personas que le cedían paso para que pudiera llegar a una mujer que encarnaba la energía de Ágata Musgo y a un hombre que seguramente era Jaspe Rojo. La mujer Ágata Musgo estaba radiante, muy contenta y el hombre Jaspe parecía serio y severo. Al acercarse a ellos E. miró a Ágata Musgo esperando algunas explicaciones. La mujer sonrió todavía más diciendo: “Lo has conseguido! Ya estás donde querías estar!” E. meneó la cabeza y muy bajito murmuró: “Nooo. No es eso que estaba buscando.” Ágata Musgo sin dejar de sonreír movió la cabeza en la señal que sí y E. señaló otra vez lo contrario y empezó a dar unos pasos para alejarse de las energías de las piedras. Como si fuera poco sintió el cosquilleo en la espalda y vio que le salían grandes y delicadas alas de un hada. Eso tampoco le gustó. Miró a la gente que la rodeaba y aunque todos le sonreían ella se sintió ridícula con esas alas. En todo eso, de repente su Jaspe sacó desfibrilador y con la cara burlona susurró: “Es que no se da cuenta. Tenemos que electrocutarla para que se entere de su valía.” E. dio unos pasos más tras ahora también asustada. Ágata Musgo sujetó al Jaspe con cara de poco amigos y le riñó: “Deja las bromas tontas!” A E. todo eso no le hacía ninguna gracia. De repente sintió mucha pena y tristeza en su interior. Se derrumbó y se puso a llorar: “Es que yo quería que me dierais un mensaje. Un verdadero mensaje. Y vosotros me venís con toda esa farsa! La fiesta ridícula, las alas que no me sirven de nada, desfibrilador y tú Ágata tan contenta. Es que no veis que no puedo más. Estoy tan cansada.” Parecía como si no tuviera fuerzas ni para llorar. Se acercó la mujer Ágata. Se sentó en el suelo al lado de E. La abrazó y permitió que llorara apoyada en su hombro. Y luego muy suave le dijo: “Es que de verdad ya tienes todo lo que necesitas.” Tocó la frente de E. y activó su tercer ojo. La inundó la sensación de calma y claridad. Era como coger el aire por primera vez. Como si de repente todos los velos desaparecieran. Cerró los ojos y solo sentía la paz. Cuando los abrió estaba en su casa. Oyó por dentro la voz de Jaspe Rojo. Preguntó: “De verdad es lo que quieres?” Ella cerró otra vez los ojos. Cuando los volvió a abrir estaba entre las montaña. Sintió el peso en la espalda. Eran las alas pero no eran de un hada sino del dragón. Ella entera se convirtió en un gigantesco dragón. Miró a su lado y vio a un pequeño dragón rojo que más parecía a un perrito gracioso con alas. Pensé que menudo Jaspe gracioso le había tocado a E. Le susurré al oído: “Por favor, no la electrocutes!” Me hizo un guiño susurrando en la respuesta: “Y por qué no?” Pero luego ya en voz alta le dijo a E.: “Eres un dragón escondido en el cuerpo del hada, viviendo la experiencia humana. Pues, ya entiendes. Es un reto. Lo tienes complicado. Pero mira, ahora vamos a volar juntos. Abre las alas y ven a volar conmigo.” E. seguía sorprendida con su cuerpazo gigantesco pero estaba contenta y serena cuando echo a correr y luego volar detrás de su gracioso Jaspe Rojo.

Emperatriz

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación me pareció ver una imagen del hada sentada en una roca cubierta de musgo. El hada estaba de espaldas y se veía que alguien le había roto las alas. Tenía la sensación de que el hada era una parte de S. lastimada en algún tiempo- espacio difícil de definir. La imagen era muy triste pero al mismo tiempo sentía la energía de S. que gracias a su conciencia muy pura sabía envolver al hada herida con un manto de amor y llevarla a su corazón. Sentí la energía de Jade y oí su voz que se dirigía a S.: “Tienes un gran don de percibir el mundo a través de la mirada del amor. Aunque te hacen daño, no guardas rencor. Elevas la situación a otro nivel llevándola al corazón. Pero allí, en ese espacio sagrado, el hada sigue sin alas. Te falta el último paso. Entender que nadie te puede hacer daño si verdaderamente, en lo más profundo de tu ser, te liberas de cualquier expectativa. Entonces te convertirás en el centro de tu universo y no habrá nada ni nadie que pueda cortarte las alas.” Me pareció ver como el hada herida que estaba dentro del corazón de S. se levantaba. Al hacerlo percibí que tenía alas y esas alas poco a poco se abrían. Al mismo tiempo, en la espalda de S. también aparecieron las alas. Las dos imágenes se fusionaron y S. integró dentro de ella el precioso ser quien es. El hada con maravillosas alas de muchos colores.
De repente la imagen cambió. Sentí otro aspecto de S. Su fuerza y dureza. Como si, de vez en cuando, por seguir adelante y conseguir sus objetivos se convertía en una persona un poco tozuda y a veces inflexible. Se activó la energía de Granate. Le dijo: “Tu eres la escultora. Utiliza tu fuerza para esculpir.” Y efectivamente en las manos de S. aparecieron las herramientas y ella empezó a esculpir en la piedra de Granate una preciosa rosa. Su maestría era impresionante. En muy poco tiempo con increíble destreza consiguió crear una rosa maravillosa con muchísimos detalles. Incluso las punchas eran afinadas. La flor era increíblemente delicada. Granate dijo: “Te ayudo a entender que de la fuerza sale la fragilidad y de la fragilidad sale la fuerza. No tienes que cambiar solo tienes que permitirte fluir entrelazando los ciclos.” Me pareció ver como se creaba el símbolo de yin yang de color de Granate pero sus puntos estaban hechos del Jade. El símbolo se elevó por encima de la cabeza de S. y en ese momento apareció un trono de Ojo de Tigre. Sentí por dentro que ella se había convertido en una Emperatriz. No era ni reina ni princesa, sentía muy claramente que era Emperatriz. En una mano suya se veía el Sol y en la otra una barra de poder que se anclaba fuertemente en la Tierra.
El potencial del encuentro entre S. y Ojo de Tigre reside en integrar primero las sanaciones de Jade, y Granate. Entonces se desprenderá la fuerza de Ojo de Tigre anclando en el cuerpo físico de S. su legado. Es la Emperatriz que une la fuerza del Sol y de la Tierra en el bien de todos que la rodean.

El Rey

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a J. sentado en un trono hecho de una robusta piedra. J. tenía aspecto de un rey muy, muy viejo. Con una barba blanca y larga, pelo un poco desordenado, con corona puesta en la cabeza. Estaba dormido. Parecía como si no se hubiera movido desde hace mucho tiempo. Si te fijabas bien se notaba telarañas alrededor de él. Delante de él apareció la energía de su piedra en forma de un hombre joven. Extendió las manos y mandó hacia J. una nube de unas criaturas muy curiosas. Eran como abejorros con los cuerpecitos de color de la piedra pero tenían unas alas grandes y preciosas que opalizaban al moverlas. Esa colorida nube se acercó a J. Los abejorros mágicos empezaron a acariciar todo su cuerpo, especialmente la cara, dándole suaves caricias. Poco a poco el rey viejo abrió los ojos. Al principio su mirada estaba un poco perdida pero finalmente consiguió fijar la vista en el hombre que estaba delante de él, en la energía del mineral. El hombre jaspe sonrió y con una voz muy suave y delicada como si entendiera que J. acababa de despertarse empezó a explicarle: “Eres un gran Sabio. No te despierto porque necesitas aprender alguna cosa fuera de ti. Ya has aprendido muchísimo. Te despierto porque tú mismo te has encerrado en un sueño para protegerte. Pero ese sueño se ha convertido en una prisión.” Los abejorros mágicos seguían acariciando a J. Sintió como en su interior se despertaban emociones. No todas le daban felicidad. Sus ojos se llenaron de lágrimas. El mineral continuó: “Eres un Mago. Eres un Alquimista. Eres un Rey. Pero se te ha olvidado que todo es sabiduría! Incluso lo que aparentemente hace daño. Al sentir el dolor poco a poco habías dado la espalda al aprendizaje que estaba escondido detrás de él. Poco a poco te caíste en un sueño profundo. Y olvidaste quien eres. Y tú eres un gran Sabio. ¡Vuelve a integrar la sabiduría que llevas dentro! Despierta para poder expresarla y vivir tu vida como una persona entera!” Cuando la piedra hablaba el aspecto del J. estaba cambiando. Con la ayuda de abejorros mágicos estaba rejuveneciendo. Su cara había cambiado tanto que casi no se veía el rastro del viejo rey sino una cara del rey joven, lleno de fuerza y alegría. Se levantó del trono con una gran sonrisa. Empezaron a aparecer varios animales acudiendo a su llamada y reconociendo su poder. J. levantó la mano y chasqueó los dedos. La gran sala se convirtió en un frondoso bosque. Sentía por dentro que había integrado en sí mismo las dos facetas suyas. La que crece y la que mengua, la que se expande al mundo y la que va pa dentro hacia su oscuridad. El hombre Jaspe sonreía también. Se inclinó y pidió: “Rey mío, me acompañas a dar una vuelta? Me encantaría hablar contigo para aprender de tu mundo.” J. se acercó a él y luego empezaron a caminar entre los árboles.

Maestro

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Después de pedir permiso para abrir el canal de comunicación vi a J. en el bosque sentado al lado de una pequeña hoguera. Sentía que hacía un descanso después de un trabajo duro pero muy satisfactorio. Parecía que estaba encima de una colina. Delante de él se veía un paisaje muy bonito bañado por la luz del sol. A su lado apareció la energía de Sodalita que en ese momento tenía la forma de un hombre. Tal como J. estaba contemplando el paisaje. En un momento dijo: “Bueno ¿y ahora qué? ¿Te parece que el trabajo ya ha terminado?” J. miró sorprendido a la energía de la piedra. Si efectivamente le parecía que el trabajo ya había terminado. La piedra continuó: “Un trabajo ya ha finalizado. Tienes razón. Mereces un descanso. Pero no es el fin. Ahora te esperan nuevos retos, nuevos desafíos.” La energía del mineral se situó en su plexo solar. El rayo del azul índigo empezó a proyectarse fuera. J. extendió sus manos y encima de ellas apareció un libro. Antiguo, con una preciosa tapa de cuero. Sus hojas parecían de pergamino y estaba lleno de maravillosos dibujos. J. no entendía bien de qué se trataba. Sodalita susurró a su oído: “No tienes que aprender nada más. Ya tienes toda la sabiduría necesaria para ejercer como maestro. Pero te frenan tus propios miedos e inseguridades. Has caminado mucho y has aprendido de tus experiencias. Ahora toca compartirlo con otros. Por un lado lo quieres pero por el otro no confías en ti mismo. ” J. levantó la vista. Se dio cuenta de que estaba rodeado de varios elementales que le miraban esperando que empezara a contarles las historias. Le invadieron las dudas. No quería que otros pensaran que era mejor que ellos. Tenía dudas de compartir lo que sabía porque le parecía que de esa manera se convertiría en una persona soberbia que miraba a la gente desde arriba sintiéndose. Sodalita puso la mano en su hombro: “Lo que sientes en este momento es lo que tienes que vencer para avanzar. Es tu propio demonio. Yo te diré que veo en ti. Veo a un sabio maestro que entiende que no enseña nada. Sabe que lo único que hace es despertar la sabiduría dentro de la gente que le rodea. Eres el sabio que entiende que es solo una herramienta que hace posible que la gente recuerde su propia sabiduría y encuentre su potencial. Pero ese Maestro Interior tuyo todavía está tapado por tus inseguridades.” J. dijo en voz baja: “No quiero perder lo que tengo. No quiero encerrarme en una aula.” La piedra resopló: “Lo ves? Justo ese tipo de pensamientos te frena. Aquí donde estás, entre tus árboles, puedes crear la academia de la vida. Puedes ejercer de maestro justo aquí.”
A J. le rodeó la energía de Cuarzo Rosa. Estaba vibrando en su cuerpo físico, en cada célula, y también en su aura rodeándolo de una esfera rosada. En su interior sintió el mensaje de la piedra. “Te ayudaré a ver la verdad de ti mismo. Las grandes batallas pasan dentro de nosotros mismos porque no hay adversario más listo y astuto que nuestro ego. Irradiaré la luz de la verdad y el equilibrio alrededor de ti para que veas tu maestría. Los otros ya la ven y acuden a ti. Ahora toca que tú mismo creerás en el Maestro que llevas dentro.”

La placenta

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Después de pedir permiso para abrir canal de comunicación me pareció ver a G. de pie. Tenía las manos extendidas y encima de ellas estaba la placenta que se unía con su cuerpo a través del cordón umbilical. Se activó la energía de Cuarzo Ahumado. Envolvió con su luz la placenta e hizo el efecto como de una lupa. G. pudo ver la placenta desde otra perspectiva. La notaba como un paisaje montañoso con algunas laderas muy empinadas. Allí estaba la madre de G. intentando escalar. La imagen era curiosa porque llevaba ropa elegante, es decir algo más adecuado para una reunión oficial no para escalar. Pero en las manos tenía todo el equipaje necesario y justo estaba poniendo un clavo en la roca. G. la miró y dijo: “Mama, por favor, no lo hagas, es mi cuerpo!” Su madre la miró sorprendida como si no entendiera nada de nada. Respondió frunciendo el ceño: “No! No es verdad. Este es mi cuerpo!” No había ninguna mala intención en eso. De verdad parecía que creía profundamente que ese era su cuerpo y que no hacía nada incorrecto. G. no se sentía capaz de explicárselo. Su madre volvió la mirada hacia la montaña y reanudó los preparativos para subirla sin hacer más caso a su hija. En ese momento aparecieron los ángeles. Crearon una esfera de luz blanca. Era muy suave, como si fuera hecha de las plumas blancas y luminosas. Empezaron a cantar. La madre de G. se detuvo. La invadieron las emociones no reconocidas durante mucho tiempo. En su vida nadie le había expresado tanta ternura como los ángeles en ese momento. Estaba sorprendida y confundida. Miró a su hija y susurró: “No sé qué decirte… No tengo nada para decirte.” Ese vació que sintió, hizo que rompió a llorar. Dejo de intentar anclarse en la placenta que unía su hija con su nieta. Los ángeles seguían cantando. La esfera luminosa se convirtió en un vehículo que se elevó y la llevo fuera. G. otra vez estaba de pie mirando la placenta. La energía de Cuarzo Ahumado la llenó entera y reestablecido la unión que con la hija que lleva en su barriga. G. miraba a su hija. Su voz resonó en su cabeza: “Habla conmigo, mama! No cometas los errores de la abuela. Permítete sentir! Eres humana. No te juzgues. Cuéntame todo!”
Sentí la energía de Fluorita que poco a poco se despertaba. Creó una mesa en la que estaban sentados G. junto con sus hijos jugando a algún juego de mesa. Fluorita le dijo: “Mira, yo te ayudaré a crear un espacio dentro de ti en el que puedas estar con tus hijos. Ellos van y vienen pero tú siempre les ofreces la mesa donde pueden nutrirse, donde pueden pasar bien el tiempo, donde pueden sentirse como en su casa. Tú eres ese espacio de conexión. Yo te ayudaré a sentir que todo tu cuerpo es un espacio de conexión, de libertar, de apertura al amor.”

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